Un impulso es la necesidad de realizar ciertas actos, se
percibe como una imposibilidad a resistirse a evitar hacer ciertas actividades
aunque incluso puedan resultar peligrosas para uno mismo o para los demás.
La impulsividad es un rasgo de la personalidad, no tiene por
qué ser un problema pero, como siempre que nos referimos a la salud mental y a
las enfermedades mentales, todo depende del grado de impulsividad y qué límites
tienen esos impulsos.
Hay personas que se dejan llevar por sus impulsos de manera
que llegan a tener muchos problemas con las personas que se relacionan. Cuando
ese impulso te lleva a traspasar el límite de la persona con la que estás, hay
un problema.
El propio impulso dirige tu vida, no puedes resistirte a él. Cuando
pasa de un extremo donde es imposible
llevar una vida normal aparecen
diferentes trastornos, entre ellos, el trastorno explosivo intermitente
(explosiones de comportamientos agresivos en donde la situación no lo
justifica), cleptomanía, tricotilomanía, ludopatía, compras compulsivas...
Normalmente se presentan ideas constantes referidas al
impulso, síntomas de nerviosismo y de excitación emocional ante la posibilidad
de llevar a cabo el impulso. falta de concentración, obsesiones, compulsiones,
depresión, ansiedad, poca autoestima, desapego emocional, temperamento
irritable...
Es cuando cambias el no puedo por el necesito hacerlo.
Aunque se habla de posibles causas genéticas o de un cerebro
fisiológicamente algo diferente que hace que el funcionamiento no sea el
adecuado, está claro que las influencias ambientales junto con la personalidad
de la persona que sufre una falta de control de impulsos es lo más importante a
la hora de ayudar a estas personas.
Cuando se ha llegado al extremo de que las conductas
mostradas son peligrosas tanto para la persona afectada como para los demás que
le rodean puede ser útil algún fármaco que controle estos impulsos. Aunque es
básico el tratamiento psicológico que va a depender de las características de
la persona y del tipo de impulso que no
se controla.
Es básico enseñar el autocontrol, y eso es muy difícil. Se
necesita motivación por parte de la persona, que reconozca que lo necesita, que
debe hacer todo lo que esté en su mano para evitar estos brotes. Se necesita
constancia y el apoyo no solo del profesional que lo esté tratando sino de la
gente que está a su lado. Paciencia y esfuerzo es el cóctel básico que
permitirá a la persona recuperar el control
de sus conductas y sus impulsos.
Como tantas veces se debe investigar en el origen de esa
conducta, no es casual, está causada por experiencias traumáticas vividas en el
pasado, en la infancia. Encontrar ese origen y sanarlo es la llave para que el
problema se resuelva totalmente o se controle lo suficiente para recuperar una
vida normal.
Ese encontrarse a sí mismo es el primer paso, dejar de luchar
contra ti mismo, contra lo que eres, contra tus sentimientos, reconocer que
tienes un problema y que quieres solucionarlo. Solucionarlo es la meta.
Entre el primer paso y la meta hay más pasos. Una cosa que
todos debemos aceptar es que a veces sentimos dolor, es necesario, es la vida.
No podemos controlar cuando nos va a venir ese dolor pero sí ser conscientes de
que es transitorio. No dura para siempre. Podemos soportarlo.
Si consigues distraer a tu mente cuando estas situaciones de
dolor surgen podrás superarlas mejor sin tener tanta ansiedad o tanta tristeza.
Tu mente siempre se inventa historias dramáticas acerca de lo que estás
viviendo o incluso anticipa situaciones desastrosas sobre el futuro o te lleva
al pasado para que recuerdes escenas que te harán entrar en una situación de
tristeza muy dolorosa.
Para distraerla acude a tus amigos, a tus familiares, a
alguien de confianza que pueda sacarte de ese estado. O realizar cosas que te
gusten mucho como pintar, escribir, dedicarte a cuidar plantas si tienes jardín...
El último paso es enfrentarte a la situación, eso es lo que
más te va a costar, debes responsabilizarte de tus conductas, de los problemas
que está causando tu forma de actuar.
Ver la meta, sentir cómo será tu vida si consigues controlar
tus impulsos, te ayudará a luchar y hará que consigas una vida mucho más plena
y feliz.
Tú te lo mereces.
Rocío Testa Álvarez.
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